Durante las últimas décadas, gobiernos alrededor del mundo han comenzado a tomar medidas para reducir la contribución del sector transporte a las emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes locales con efectos nocivos para la salud.
A nivel global la movilidad eléctrica ha comenzado a consolidarse como una opción tecnológica real, con una creciente competitividad económica, en apoyo a la reducción de emisiones del sector transporte.
La movilidad eléctrica presenta una serie de ventajas con respecto a los vehículos con motores de combustión interna, tanto en eficiencia energética, como en el objetivo de cero emisiones de contaminantes locales, además de un gran potencial en integración con energías renovables, generando la posibilidad de muy bajas emisiones en un análisis de ciclo de vida.
Latinoamérica presenta condiciones privilegiadas para que los vehículos eléctricos entreguen sus mayores beneficios, ya que la electricidad tiene un alto potencial para ser generada en gran medida con energías renovables, tanto tradicionales como no convencionales.
El despliegue de la movilidad eléctrica en la región significaría una disminución aproximada de 1,4 Giga toneladas de CO2 y un ahorro en combustibles cercano a 85 mil millones de dólares para el periodo 2016-2050, siendo este un escenario compatible con el propuesto por la Agencia Internacional de Energía, cuyo objetivo es que la temperatura del planeta no aumente más de 2 grados Celsius al final de este siglo.